Pocos juegos han generado tanto odio como Diablo III, a pesar de haber sido uno de los títulos más exitosos del año pasado. Hoy, día 15 de mayo, Diablo III cumple su primer aniversario, aunque cada vez se parece menos a aquello que fue lanzado hace un año. Blizzard ha estado muy atareada trabajando en este juego para intentar acercarlo a la grandeza de Diablo II, y de paso, calmar las airadas quejas de gran parte de la comunidad de jugadores.
En honor a la verdad, Diablo III partía con una meta muy difícil, superar a su segunda entrega, la cual estaba envuelta en un halo casi mítico y con una estima realmente elevada por gran parte de los jugadores. De hecho, muchos esperaban que con Diablo III llegase el segundo advenimiento de Cristo, por lo menos, con lo que colmar dichas expectativas era una tarea que se antojaba realmente complicada por parte de Blizzard.
Y tan altas eran que como no podía ser de otra forma, no pudieron ser cumplidas. Eso sí, nada impidió a Diablo III convertirse en el juego de PC más vendido del año pasado, un éxito que ha seguido cosechando en este 2013. Pero volviendo a la materia, lo que los aficionados encontraron en Diablo III poco se parecía a lo que ellos esperaban.
No solo obligaba al jugador a estar permanentemente conectado a internet, algo que sigue siendo obligatorio, además, en los primeros días se sucedieron múltiples errores que impidieron el acceso al juego. Diablo III comenzaba con mal pie, y con los ánimos de la comunidad bastante “calentitos”.
Las empresas nunca estiman correctamente el volumen inicial de jugadores lo que se traduce en problemas seguros, pero uno que ya lleva unos cuantos años en esto se da cuenta de que realmente les importa poco. Y Blizzard, que debía intuir que uno de los juegos más deseados de la década se iba a vender poco, pensó que no era necesario hacer una inversión fuerte en servidores y hacer que la gente se “olvidase” del trámite de tener que conectar forzosamente con Battle.net, pero ¿Para qué? Total, en un par de semanas el volumen de usuarios baja y Diablo III funcionará a la perfección.
Nada nuevo bajo el sol, pero este fue el primer golpe que recibió Diablo III, uno de muchos. Sin duda, otro de los campos de batalla que le tocó lidiar a este juego fue la casa de subastas. Esta herramienta ha sido otra de las generadoras industriales de odio. En muchos casos las reacciones eran injustificadas, pero Blizzard en un alarde de genialidad, calibró mal determinados aspectos del juego, a destacar: la extrema aleatoriedad del equipo y una dificultad mal planteada. La suma de estos elementos dió como resultado el siguiente pensamiento: Blizzard ha orientado Diablo III a la casa de subastas para sacar tajada.
Es evidente que así es, pero la compañía actuó rematadamente mal, como luego reconocerían miembros importantes del equipo de desarrollo de Diablo III o incluso su ex directo, Jay Willson. Al principio, la mayoría de los objetos que podíamos obtener resultaban rematadamente malos, dado que eran completamente aleatorios. Obtener algun objeto bueno era una tarea casi imposible o realmente ardua, ya que suponía farmear semanas sin una meta clara en el horizonte. La meta era completar Averno, pero esta dificultad estaba profundamente descompensada, siendo necesario muchísimo farmeo para obtener equipo para poder avanzar, o pasar por la subasta… Y aquí se encendieron todas las alarmas.
El “end game” de Diablo III se había convertido en algo doloroso y aburrido, en el que cualquier atisbo de progreso no era fruto del esfuerzo del jugador, si no de la suerte y también del talonario, ya que la casa de subastas permite realizar transacciones con dinero real. Una vez más, teníamos un coctel explosivo: imposibilidad de avanzar, tedio, envidias hacia el jugador que se gastaba dinero real en el juego, daba como resultado para muchos el peor juego de Blizzard. Nota que contrastaba mucho con las excelentes críticas que había cosechado el juego por gran parte de la prensa especializada que no había dudado en calificarlo como una obra maestra.
Ante esta situación, Blizzard comenzó a despertar de su letargo. Quizá la apuesta por el modelo de Diablo III no había sido buena idea, e iba a ser necesario actuar en consecuencia. Una de las primeras medidas que se tomaron fue la inclusión de los niveles de leyenda. Estos niveles suponían una nueva vía de progresión para el jugador, permitiéndolo alcanzar un máximo de 100 niveles adicionales en el que su poder aumentaba poco a poco. Sin duda un añadido interesante para todos aquellos a los que los 60 niveles normales se les antojaban demasiado poco.
De forma más o menos paralela, el sistema de generación de objetos fue retocado para que estos fuesen mucho más útiles. Ahora comenzaban a tocar recompensas que el jugador podía utilizar, y progresar en Diablo III dejaba de ser una quimera para transformarse en una realidad palpable. Del mismo modo, la dificultad Averno se hacía cada vez más asequible.
Otras de las incorporaciones interesantes fue el evento de Máquina Infernal, que añadía más variedad a la recta final del juego. En este evento, nos enfrentamos a versiones vitaminadas de los jefes del juego, que tras su derrota, se nos recompensa con unos materiales necesarios para fabricar un poderoso anillo. Junto a esta actualización, se añadió el Poder de Monstruos, que permitía al jugador equilibrar la dificultad a su gusto.
Poco a poco, Diablo III se iba pareciendo más a lo que los jugadores pensaban que tenía que haber sido desde un principio. En este contexto, Jay Wilson dimitió de su puesto como líder de este proyecto, lo que muchos vieron como la materialización del cambio de rumbo del juego. Y más o menos así fue, ya que Blizzard no tardó en publicar un escrito en el que se reconocía que ciertas mecánicas de Diablo III habían causado más mal que bien a este título.
A partir de este momento, Diablo III ha tomado un cambio de rumbo, o al menos, se hace más patente el cambio de filosofía. Por un lado, se ha intentado potenciar vías alternativas para que los jugadores equipen a sus personajes, haciendo que no sea necesario pasar por la casa de subastas. También se ha mejorado la experiencia de juego cooperativa, que hasta el momento era casi una penalización en lugar de una ayuda.
Y de aquí al futuro. Blizzard planea incluir muchos más cambios para que los objetos obtenidos en nuestras aventuras sean más útiles, bajo la premisa de que “menos es más”. Veremos, en qué se traduce realmente esta máxima, pero suena bastante prometedor.
En líneas generales, Diablo III es un juego distinto de aquel que salió hace un año. Su esencia es la misma, pero poco a poco va cambiando y en líneas generales es mucho más divertido ahora, sobre todo para el jugador más “hardcore”. En cualquier caso, los cambios importantes mucho me temo que llegarán con la primera expansión. Será en ese momento en el que Blizzard se juegue su credibilidad para muchos jugadores. También será el momento de ver si realmente se ha cambiado el chip respecto a Diablo III.
No me olvido de la versión de consolas, algo sobre lo que se rumoreó de forma casi constante durante el desarrollo de Diablo III. Finalmente, Blizzard ha confirmado que lanzará una versión para las consolas de Sony, la cual tendrá todas las actualizaciones que ha recibido el juego para PC, aunque con dos notables excepciones: sin conexión online obligatoria y sin casa de subastas. Dos elementos que suponen un agravio comparativo hacia los usuarios de PC, no tanto por lo de la casa de subastas, si no por la conexión obligatoria. Un feo detalle a los jugadores de siempre.
En cualquier caso, feliz cumpleaños Diablo III. Esperemos que tu próximo aniversario suponga el ascenso de los infiernos abrasadores a los altos cielos.
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